jueves, 10 de mayo de 2012

Desertización y Desertificación.


Los términos desertización y desertificación suelen prestarse a confusión.
Se denomina desertización al proceso de degradación ecológica, por el que el suelo se hace improductivo, pierde sus propiedades y provoca la aparición de condiciones desérticas.
Está inducida por factores climáticos y produce un aumento de la aridez del medio y una disminución en la fertilidad del suelo, que contribuyen a la ruptura del ecosistema inicial.
Se denomina desertificación al proceso de degradación de los suelos resultante, entre otras causas, de las actividades humanas.

Debe destacarse que el término desertificación se utiliza cuando en el proceso de degradación es fundamental la intervención del hombre.

Las actividades humanas más importantes que aceleran la aparición de condiciones desérticas son:

  v  Sobrepastoreo: una cantidad excesiva de ganado deteriora el suelo.
v  Degradación química: lluvia ácida, salinización, alcalinización, etcétera.
v  Actividades agrarias inadecuadas: algunas técnicas de cultivo facilitan la erosión del suelo.
v  Tala de árboles e incendios forestales: al quitar la cubierta vegetal se debilita el suelo.
v  Compactación del suelo: la maquinaria pesada, así como el pisoteo del ganado, producen endurecimiento del suelo.
v  Sobreexplotación del agua: en nuestro país tiene especial relevancia la escasez de agua y la sobreexplotación de recursos hídricos.
v  Urbanización: el avance de las ciudades y el nacimiento de nuevas poblaciones inciden en la degradación del suelo.


La desertificación se entiende como una crisis climática, ambiental y socioeconómica que induce la degradación de un recurso tan importante y difícil de regenerar, debido al tiempo que tarda en formarse, como es el suelo. En el mundo 110 países están amenazados o sufren este proceso. Se estima que 150 millones de personas corren riesgo de sufrir desplazamientos motivados por este fenómeno, de las cuales la mitad pertenece al continente africano. Es en este continente donde las consecuencias son mayores: situaciones de escasez de agua, incremento del riesgo de incendios, fomento de epidemias, pobreza, hambrunas y tensiones sociales.

España es el país de Europa más afectado por este fenómeno. Posee un gran número de zonas calificadas de alto riesgo. El 27 % del territorio nacional se encuentra afectado en distintos grados por este proceso, siendo las cuencas más perjudicadas las del Guadalquivir, Guadiana, Segura, Júcar y zonas del Ebro.
La especial sensibilidad de las tierras del Mediterráneo se debe sobre todo a la erosión, a los incendios, a la explotación abusiva de aguas subterráneas, a procesos de salinización, acidificación del suelo, contaminación y urbanización. A esto, además, debemos añadir las precipitaciones torrenciales, y los terrenos arcillosos. Hemos de tener en cuenta que en ambientes áridos y semiáridos el suelo es un recurso no renovable, debido a su gran fragilidad ecológica, y necesita largos periodos de recuperación.

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